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Servidumbre

Josep Borrell (PSC) es el ministro de Exteriores de un país que no existe. Habla con mucho desahogo de lo que harán o dejarán de hacer países que sí existen. Entre ésos está España. Ha dicho el señor Borrell que le ha dicho el ministro de Exteriores de España que Moncloa reconocerá a Palestina como Estado independiente el próximo 21 de mayo. Nos falta política exterior y nos sobran hablantines.

Quien sí es ministro del ramo español, el aviador José Manuel Albares, estuvo el viernes con su homólogo useño, Antony Blinken. El de las madruguerías ha asegurado que el eventual reconocimiento de Palestina como Estado es «una decisión soberana de España». Teatro. Todo es escenificación y dramaturgia. El señor Albares ha acudido a Washington a recibir instrucciones de quien las da.

La posición tradicional de España sobre el conflicto israelo-palestino es la llamada solución de los dos Estados. Así quedó definida en la cumbre de Madrid de 1991 y en los posteriores Acuerdos de Oslo que culminaron en 1993 las conversaciones iniciadas en la capital española.

La única novedad en la posición que expresa Pedro Sánchez es la vehemencia y el servilismo a intereses que no son los españoles. Mientras recitaba hostilidad en su encuentro con Benjamín Netanyahu el pasado enero, le soltaba una morterada con la adquisición de equipo militar israelí. Paripé. España es una marioneta de la UE, que –a su vez–es el teatro de títeres con el que los EEUU dirigen su Gran Juego de Europa. El señor Borrell no repite lo que le haya dicho el señor Albares. Ésa es la escenificación mediante la que el señor Borrell  le dicta a España las instrucciones que la UE ha recibido de su amo. En la Casa Blanca representan la comedia de la firma de «un acuerdo para combatir la desinformación» –Von der Leyen en Davos–, del que nada dice la nota emitida por los EEUU. Lo que sí dice es que España hace suyos todos y cada uno de los puntos de la política exterior useña en los cinco continentes.

Este repentino reconocimiento de Palestina huele a subcontrata de los EEUU. Algo se cuece en la olla de Oriente Próximo, Medio, de toda la península Arábiga y de los accesos al Canal de Suez. Algo está en marcha. La cascada de consecuencias podría hacer caer peñascos como Gibraltar sobre las cabezas españolas. Un poner: España reconoce a Palestina como Estado y le siguen otras potencias. Contrapartida: Israel reconoce la independencia de Cataluña y le siguen otras potencias.

Tras décadas sin política exterior, Moncloa entra en el polvorín del levante mediterráneo. Y lo hace mientras promueve la desespañolización de España y su fragmentación y reparto entre caciques regionales. Tenemos la casa en llamas y el Gobierno ocupado en apagar fuegos ajenos. Nada es casual. Esto es el 78 en marcha –peón del Gran Juego de Europa– con el forajido golpista Carles Puigdemont asomado hoy a España desde los Pirineos de la injerencia rusa.

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