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Refrendista

El truco del refrendo no está en que los actos del Rey sean refrendados por el Ejecutivo o el Legislativo, según el caso. Eso es lo que dice la Constitución. Detrás de esto –y a la vista de todos– hay una fullería de la que nadie habla: es el Rey quien hace de refrendista del 78. Realiza esta labor para los tres poderes del Estado y para las CCAA. Y aún más importante, en beneficio del ordenamiento setentayochista y de su desarrollo. 

Según los expertócratas, el refrendo protege al Rey de sus propios actos, pues su persona «es inviolable y no está sujeta a responsabilidad». Así, nos dicen, las consecuencias de las acciones regias sólo podrán ser imputadas a los poderes que refrenden sus actos. Pero, ¿cómo se materializa este barullo jurídico? De forma muy sencilla. Este refrendo es la firma que aparece junto a la del Rey en el BOE. Lo demás son cuentos de podadores.

Dicho de otro modo, sólo los actos del monarca que tengan efectos jurídicos precisan refrendo. Ninguna otra acción del Rey es refrendada por nadie. Juan Carlos nunca necesitó refrendo para abordar el Bribón y navegar las aguas. Era él quien mataba elefantes. No fueron los señores Zapatero ni Rajoy quienes tuvieron en una sablista alemana a una amiga entrañable. Igualmente, no es ahora Pedro Sánchez quien da las buenas noches y los buenos días a la consorte Leticia.

El refrendo del que habla la CE es jurídico. Es el mecanismo que somete a la Corona y que impide el ejercicio absolutista a 200 años de distancia de Fernando VII. La idea de que todo lo que hace el Rey precisa de refrendo es una fantasía ridícula. 

Cuando Felipe sanciona una Ley aprobada por las Cortes, el presidente del Gobierno (!) da fe con su firma de que no se trata de un acto arbitrario del monarca y lo refrenda. Ahora bien, si el Rey le niega su firma a una arbitrariedad aprobada por las Cortes, no hay refrendo posible y la promulgación de la norma en cuestión queda paralizada. ¿Puede el Rey no firmar? Puede. Lo contrario convertiría al Jefe del Estado en un empleado de los poderes del Estado. Esas dos posiciones son excluyentes entre sí.

Dejemos ahí esta disyuntiva y veamos qué puede hacer Felipe sin necesidad de refrendo. Puede mudarse a Barcelona para ver y ser visto a diario donde amenazan la integridad de la Nación. El Rey de España es libre de elegir su lugar de residencia y no necesita el permiso de nadie para hacerlo. Pero no lo hace.

Pese a la CE y a sus apariencias, existe otro refrendo no explicitado en el ordenamiento. Es uno de carácter político –no jurídico– y en el que el Rey no es un sujeto pasivo, sino activo. Es él quien con la Jefatura del Estado –mediante su acción y su inacción– refrenda al 78 y al proceso federalizante que éste patrocina. Juan Carlos antes y Felipe ahora son los refrendistas de la mutación constitucional que amenaza a España con su federalización y la subsiguiente muerte de su Nación política. Cualquier ataque del PSOE y de sus amigos golpistas y terroristas al Rey es puro teatro. La realidad es la opuesta. La Corona es la coartada política y moral que refrenda sus actos. España o el 78.

23 de junio de 2024

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