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Peleles

Una tras otra, no hay una sola decisión tomada por Pedro Sánchez que haya sido en interés de España y de los españoles. Quien está al frente del Gobierno de la Nación tiene un único desvelo, su yo. Es un hombre singular, nunca ha dedicado un pensamiento al nosotros –el pueblo–, salvo cuando esa persona plural son quienes garantizan su posición. Ahora bien, para atender al único beneficio de su yo, el señor Sánchez es siervo de quienes le hagan señor de los demás. No se le conoce honra ni honor, sólo perfidia.

La granujería, como el timador, sólo experimenta la audacia cuando detecta debilidad en su víctima. Gente ociosa y bribona –una leída y otra analfabeta coleccionista de títulos académicos– ha creado la idea de que España no sabe quién es ni si existe. Así estamos desde el desastre de 1898, que se nos ha cronificado hasta alcanzar el siglo XXI. Salvo unas décadas por aquí y alguna otra por allá, son ya más de 120 años de españolísimo cultivo de animadversión a la españolidad.

De aquí viene que para gobernar la España del 78 haya que ser un doble pelele. A nivel interno, un monigote federalista; a nivel externo, un títere de los intereses de terceras potencias y hasta de corporaciones privadas.

Fronteras

El ordenamiento español está diseñado para disolver España. Esta es la razón por la que el foro público sólo debate de fronteras para adentro. Lo que debería ser mero orden público mediante la observación de la Ley es desestabilización nacional a causa de su cumplimiento. El señor Sánchez está sometido en lo nacional a los golpistas, terroristas y separatistas, de quienes ha hecho sus únicos aliados posibles. Así se puso a sí mismo a la vanguardia del bloque federalista, que trabaja en conjunción con las ambiciones personales de todos los caciques regionales del 78. De todos.

El pérfido de la Moncloa –el actual y cualquiera que le siga con este ordenamiento– no sólo es un pelele en manos de los enemigos interiores. También es una marioneta de fronteras hacia fuera. El señor Sánchez ha ejecutado en el concierto de las naciones un crecimiento exponencial de la irrelevancia de España. Han hecho de ella una títere internacional. Aunque en esto está acompañada de no pocas naciones occidentales con más ínfulas que capacidad de acción geopolítica. En los últimos años hemos asistido a la privatización de los intereses nacionales. Esto es, a la subordinación de las naciones –libertades y derechos– a la conveniencia de las mayores compañías mercantiles de la Historia.

Los Estados occidentales se han desentendido de sus intereses nacionales en favor de los de las firmas que han puesto el dinero –y los trapos sucios– para aupar a sus cargos –y controlar–a sus gobernantes [carcajadas BRICS aquí]. El Islam se va a comer a Europa mientras sus traidores quieren que su vileza sea adulada como bonhomía. El colapso de Occidente es el de sus valores. Su única esperanza de salvación es la reacción de sus Naciones contra sus Estados moribundos.

28 de julio de 2024

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