Los gobernantes débiles son ruines y mezquinos. Nunca se rodean de gente que sea mejor que ellos. Cuanto más detestable es un mandatario, más innoble es la camarilla que le circunda. Cada uno de los integrantes de esta familia recrea los vicios de su amo y reúne a su alrededor a calaña de especie igual o –más habitualmente– aún peor. Basta con dirigir la mirada a lo más alto para saber lo que hay en cada uno de los peldaños sobre los que se aúpa la cúpula. Así es la condición humana desde que el mundo es mundo. Pero, al parecer, esto ha resultado ser una gran sorpresa para las élites intelectuales que nos hemos dado. No se lo reprochen, estaban ocupados ilustrándonos por qué nos equivocamos cuando tenemos razón en todo.
En su Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, ya nos contaba Gibbon en el siglo XVIII cómo los príncipes menos recomendables eran hombrecillos a los que el azar había elevado más allá de sus méritos y capacidades. Todos compartían un muy desarrollado sentido del oído que prestaban a las murmuraciones y las intrigas de palacio. Las bocas de las que partían eran siempre las mismas, las de los eunucos. Qué descanso para la conciencia y el cuello que la responsabilidad de los actos sea siempre de los demás, de los eunucos.
Qué confortables son los sillones de Moncloa mientras que con la amenaza de la porra, de la patada en la puerta y de los grilletes, encierras a todo el mundo en su casa, les pones mascarillas, les haces constantes pruebas médicas y los induces mediante el terror a inocularse terapias genéticas experimentales. Todo ello con precios desorbitados para atender de forma inmediata la inaplazable urgencia que demanda la incuestionable emergencia total. Qué regalada vida la de quien todos estos males ordena, pero cuenta con un ejército de eunucos que, por unas perras comisiones, incurre en todas las raterías que se le pongan al alcance. Así funciona el pesimperio, el mando de los peores.
El de los ladrones del Estado no es el único ejército que despliegan los eunucos de la ciénaga del 78. En palabras del Rey Felipe: «En el 75 aniversario de la creación de la Alianza Atlántica, nuestro país seguirá participando en la disuasión y en la defensa colectiva en el flanco oriental, con un nuevo destacamento en Eslovaquia, asumiendo el liderazgo de la brigada multinacional de la OTAN en el país y con otro nuevo contingente en Rumanía».
Este despliegue de tropas españolas en Eslovaquia ya ha comenzado. Incrementará su volumen durante los próximos meses. España tiene efectivos militares en dos países que limitan con Ucrania –Rumanía y ahora Eslovaquia– y en otros dos que comparten fronteras con Rusia –Estonia y Letonia–. ¿De quién son los intereses que defienden soldados españoles en estos cuatro países alrededor de Rusia?
¿Vamos a la guerra? ¿A las órdenes de quién? ¿De los que protegen al golpista traidor al que el Tribunal Supremo acaba de imputar delitos de terrorismo? Pedro Sánchez es eunuco de otro amo y ha vendido España para comprar el Gobierno. Cuando despiertes, España, pregúntate por qué no está ardiendo Moncloa.
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