Me pides que te pinte y no besos, pero mis manos solo saben amarte; Me dices que quieres ser mi arte, y nunca te ves en mis tintas y versos. Pero si pudiera a tu deseo, de forma que sin deshonrarte, concederle el orbe entero, en la tarea de dibujarte: Tu estampa enmarcaría en el cielo, con carboncillos de pálida nube, en esbozos de viento fresco a la tarde, que pintaré de crepúsculo y hielo. Y en copos de nieve tus lágrimas, para que las borrascas de tus ojos, fueran ya de un dulce nosotros, fundidas en tus bailes y mis rimas. Tus penas serían una fina lluvia, que permeando los duros pilares, de la piedra que me conforma, harían del duelo alegres lares. Tu sonrisa un reflejo del mar, vestido de rojo y brillo rubí; Será el amanecer al despertar, que soñaré como motivo del vivir. Tus cabellos torrenteras de liana, en un bosque siempre eterno, tu cuello una cascada de nevada, sobre una espalda de liso invierno. Por fragancia la aurora rosada, heraldo de tu dulce presencia, y guardiana de la tierna esencia, que hace de brisas tu piel enamorada. Pero no todo cabe en el celeste, si se trata de un reflejo de ti, pues lo que más gusto al verte, es aquello que ocultas de mí. Ojos de niña que aún buscan hadas; Tus finos brazos de blanco y suave, atados a un corazón que no cabe, en un pecho que de amar se llaga. Y aún no siendo tu esperado artista, te pienso y quiero como un todo, y sigo buscando un lienzo que resista, el vivo fuego de un canto que sonríe, que eres tú.
Imagen: sí.
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