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El último Estadista

«Están tratando de intimidar a su propia población con una amenaza rusa imaginaria». Con estas palabras ha descrito el presidente de Rusia, Vladimir Putin, cómo los gobiernos occidentales aterrorizan a sus gobernados con una guerra nuclear que sólo tendrá lugar si la provocan esos mismos gobiernos occidentales. Lo ha dicho en la entrevista que le ha realizado Tucker Carlson. Ha sido un combate singular: el último periodista de los EEUU frente al último estadista europeo.

El señor Carlson no está acostumbrado a lidiar con alguien así. En unas declaraciones posteriores dijo que se había quedado con la impresión de que el ruso «no es bueno explicándose» y que invirtió demasiado tiempo en ello «en un mundo en el que eso no es necesario». Los estadistas escasean en este siglo ayuno de glorias y sobrado de decadencia. Tras mister Trump, ser Putin es el segundo al que se enfrenta. Hay entre ambos, sin embargo, una diferencia crucial y otras secundarias con las que podemos ilustrar la entrevista que todo periodista vocacional soñaría con hacer. La distinción esencial es la del estado del Estado. Una república nacida en 1776 –hace apenas 250 años– no tiene detrás más de mil años de razones acumuladas que influyen en cada decisión presente. En el resto de Europa sí se dan esas circunstancias, pero no hay ningún otro estadista que lo aplique y actúe en consecuencia.

Si el desarrollo de las potencias son partidas de ajedrez, toda la Cristiandad ha pasado ya del medio centenar de jugadas, mientras que los EEUU están aún en la número quince. Rusia, además, juega con un Gran Maestro. Mientras, en Occidente sólo hay niños que apenas aciertan con el movimiento de cada pieza y que lo ignoran todo acerca de las leyes que gobiernan el ajedrez del mundo.

El señor Putin viajó del siglo IX  al XXI durante 40 minutos para explicar la naturaleza de la amenaza que se cernía sobre Rusia para que invadiera Ucrania.

Las curvas del camino

Sabe sus razones. Conoce cada curva del camino de mil años que ha conducido hasta el presente: la «presión» occidental mediante la expansión de la OTAN, el apoyo a los separatistas del Cáucaso, el sistema de defensa antimisiles unilateral y los reiterados engaños de los que acusa a Occidente. Es el dominio del estadista: sabe de dónde viene, a dónde quiere llegar y por qué. Conoce el teatro global y las implicaciones de los acontecimientos. No balbucea argumentarios. Discurre y razona.

Tras la acusación informal a la CIA de haber volado tres de los cuatro tubos Nord-Stream, el entrevistador no ve por qué no presenta pruebas para ganar una «victoria propagandística». Esto trascendería a la propaganda. El ataque a infraestructuras críticas es un casus belli. Probar públicamente la responsabilidad de los EEUU en ello obligaría a Rusia a declararle la guerra a los EEUU, que es justo lo que trata de evitar y lo que parece querer la Casa Blanca. «¿Necesitan los EEUU una guerra con Rusia? ¿Para qué?». Tras esto, advirtió de que Rusia está dispuesta «a luchar por sus intereses hasta el final» como lo estuvo a firmar con Ucrania la paz que deshizo Boris Johnson.

Decirle a los demás cómo ordenarse es muy anglo. Allá cada potencia con su forma de Gobierno. Sólo la española incumbe a los españoles. El señor Putin dio una lección de geopolítica, de sustitución de la fuerza por el comercio como hace China y trata de hacer Rusia, pese a la «presión» en contra. Lecciones para la Iberoesfera y para España cuando ponga fin a su eterno conflicto interno de amigos externos: comercio, comercio, comercio.

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