Proezas que elevaron la naturaleza del hombre,
sin justicia para una Historia plagada de hitos,
desfigurada la memoria y silenciados sus nombres,
sus gestas relegadas a relatos malditos.
No es una epopeya porque aquí no hay mitos,
sólo es un testimonio de adhesión y trascendencia
motivado por el amor natural que se me despierta
al contemplar los anales de mi propia Tierra.
Comenzó en el Reino visigodo de Toledo,
crisol de bárbaros y romanos,
craza del carácter guerrero
de la estirpe hispana de celtas y de iberos.
Cimientos del baluarte cristiano,
génesis de la defensa contra el moro;
su fe, su legado; su tesoro no fue el oro
sino ser faro para un camino ahora olvidado.
Resistencia primero y reconquista después,
que donde hubo una mezquita antes había una ermita,
que aquí ya nos santiguábamos con agua bendita
y siempre hubo voluntad de volver a ser lo que ya se fué.
Porque aunque distintos reyes y distintos reinos
misma tierra, mismo sol y mismo cielo,
mismo destino compartido,
al sur los moros y al norte los pirineos.
Al este el viejo mediterráneo
y al oeste un mundo nuevo,
y tanto monta que no monta tanto
que fue Isabel quien lo mandó aunque lo llevara a cabo Fernando.
Madre de América y de España,
madre de todo lo que les ataña,
que bien podrían llamarla Santa
si no fuera por un papa
al que parece que lo español le espanta,
que no ha entendido el sentido
de lo que los hechos demandan.
Como si fuera poco evangelizar el mundo
después de tomar la Alhambra.
Nacía la Hispanidad y renacía el Imperio:
una obra moral en defensa de la universalidad
de la dignidad del hombre medio,
responsable y dueño de una libertad a la que no se le pone precio.
Condenado o salvado a través de los hechos,
Sin más providencia que la de una cruz de madera en el pecho.
Sin necesitar de buena cuna para encontrar de cara la fortuna,
bastaba la lección en la resignación de una vida dura;
o las ganas que uno tuviera de hallar sepultura
haciendo del deber, voluntad y aventura;
de la pobreza, maña;
y de la fe, el motor de la grandeza de España.
España, Protectora de Europa,
defensora de la Salvación por las obras.
Pero qué otra cosa iba a defender
quien no sabe sino hacer y hacer y hacer.
Y mientras, el francés con el turco
y el inglés con los de Lutero,
en un empeño burdo y testarudo
por borrarnos las huellas del sendero.
Constructora del mundo,
de sus primeras rutas y puertos,
navegando hacia Poniente hasta que el sol ya no se puso
y nadie se opuso porque simplemente no se pudo.
La plata a China desde Filipinas
Desde donde traía la seda el Galeón de Manila
hasta Acapulco, donde no se queda
siguiendo su rumbo hasta Sevilla.
Desde Alaska hasta la tierra del fuego,
las más altas montañas y los desiertos más secos,
frondosas selvas y bosques espesos,
llanuras infinitas y ríos revueltos.
Todo lo recorrieron, a todos conocieron.
Vencieron a algunos, a casi todos convencieron.
Si América se hizo Hispana fue porque los indios quisieron
que la conquista la hicieron ellos,
por su libertad, por dejar
de ser animales camino al matadero.
Y abrazaron a Cristo y ganaron fuero.
La síntesis de la lucha en Lepanto y Trento,
la lucha del soldado y la del misionero,
el estilo español del caballero
que García Morente aisló en el tiempo.
El arte de actuar contra la suerte,
el arte de domar la dificultad con temple,
el arte del valiente que siempre la mira de frente
haciendo de la vida una experiencia estética para la muerte.
La gloria alcanzada merece conocerse
que son los relatos que se cuentan los que no perecen,
son la ligazón de la comunidad que permanece
y donde uno encuentra el lugar al que pertenece.
Roberto de Toledo
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