Estamos ante el fin del mundo que hemos conocido. No hay vuelta atrás. Los perros de la guerra andan sueltos. Gruñen en Europa, en Oriente y también en Asia –en África, golpes de Estado–. La jauría quiere una conflagración para mantener su posición y la provocará antes de que Donald Trump pueda llegar a evitarla. Mister Trump es la última esperanza para la paz en el mundo. Será un milagro que llegue vivo a noviembre para arrasar –por tercera vez– en las elecciones presidenciales o a enero para volver a la Casa Blanca.
Tras fomentar en Kiev –Obama mediante– un golpe de Estado en 2014 que provocó una guerra civil en la que acabó por intervenir Rusia en 2022, el imperio useño ha enviado a Ucrania más de 100.000 millones de dólares. Con ellos ha debilitado las capacidades militares rusas durante dos años. En este tiempo –bajo la presidencia nominal de Joe Biden–, los americanos han destruido casi todas las relaciones comerciales y de amistad de Rusia con el resto de Europa. Han volado tres de los cuatro tubos Nord-Stream para el envío de gas ruso a Alemania. Han dinamitado el acuerdo de paz alcanzado hace dos años, para lo que enviaron a un recadero británico. Oponerse a los designios de los intereses que hay detrás de todos estos actos puede dañar la salud.
El primer ministro de Eslovaquia fue tiroteado hace unos días por tener un discurso opuesto al de esos intereses. Otro jefe de Gobierno, el de la caucásica Georgia –ex república soviética donde hay otro golpe de Estado en marcha similar al que hubo en Kiev–, ha denunciado amenazas de muerte procedentes de un comisario de la UE si el parlamento nacional llega a aprobar una ley de prevención de injerencias extranjeras similar a la que tienen los EEUU. No le vendría nada mal una de ésas a España para protegerse de las injerencias de los que dicen que es Rusia la que injiere en España.
Mister Biden ha mandado a la UE robar los dineros rusos depositados en bancos europeos. La respuesta de ser Putin ha sido aprobar un decreto que le permitiría hacer lo mismo con los activos useños que pueda haber en entidades rusas. «Si tú me robas, yo te robo», dice a gritos la disposición. La inestabilidad ya es crítica. Ante la insinuada posibilidad de que Ucrania utilice armamento inglés para atacar territorio ruso, ser Putin ha declarado su disposición a responder con ataques a objetivos británicos. Hemos vuelto a las semanas previas al estallido de la Primera Guerra Mundial. Peor. China se ve forzada a advertir a los EEUU de que habrá consecuencias si los useños realizan nuevos actos de apoyo a Taiwán; el presidente de Irán ha muerto en un accidente de helicóptero aún por esclarecer; y arrecia la cólera de Israel contra Gaza.
En éstas, el fámulo Pedro Sánchez anuncia –telegrama de Ems del conde don Julián– que reconocerá a Palestina como Estado, posición española desde 1991. ¿Por qué lo hace en el momento de mayor inestabilidad global desde el fin de la II Guerra Mundial? Mister Sánchez obedece para desencadenar otros acontecimientos por venir. ¿Cuáles? Acaso el descuartizamiento de España al tiempo que Marruecos se anexiona Ceuta, Melilla y las Islas Canarias con el apoyo de Israel y la inhibición de los EEUU.
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