Lo que la proposición de Ley de Amnistía llama «la normalización institucional, política y social en Cataluña» es más que una disposición creada de forma expresa para violar el ordenamiento vigente y otorgar una patente de corso a golpistas, traidores y terroristas. Esto, que por sí mismo es una tropelía, es sólo la superficie de todo lo que implica la aprobación de esta norma por el Congreso.
Estamos en el inicio de una nueva asonada. El Estado se ha subido al caballo para atropellar a la Nación. Pedro Pavía Sánchez al aparato. Pavía de merluzo, bien rebozado en fritanga de legislación hirviente que salpica como al freír calamaritos. Hay que ir a la tinta. Con esa tinta disparan el 78 y el señor Pavía Sánchez a todos los españoles.
El PSOE se sienta con los golpistas y los terroristas y juntos escriben leyes contra todos los que no son ellos. Empieza a ser difícil distinguir a unos de otros, todos emporcados en la misma pringue. Son una amalgama que comienza a ser una misma cosa. Han formado una unidad política que identifica a todos los trabajadores españoles como a sus enemigos.
«¡Fachas!», le gritan a toda España mientras disparan con leyes, decretos y reglamentos contra la población inerme que sólo quiere trabajar y que no la ataque su Gobierno, ni lo que le cuelga en las Cortes –sea Puigdemont, Bildu o PP–, ni los caciques de las CCAA. Ser español es hoy un atentado contra el 78.
Es ese mismo 78 el que –desde la Generalidad– ejecutó un golpe a la Nación y el que –desde Moncloa– lo consintió sin mover un dedo para impedirlo; es el mismo que ha indultado a los golpistas convictos; el que ha derogado el delito de sedición; el que ahora amnistía a golpistas y terroristas; es el mismo 78 que va a convocar referéndums de autodeterminación contra la integridad y la unidad de España.
Ese es el objetivo de la asonada que comenzó en Madrid con la aprobación de la Ley de Amnistía en el Congreso. Fue el inicio del fin del viejo 78 para comenzar a construir un nuevo 78 en el que los caciques regionales se merendarán España.
La asonada de Madrid es un acto de barbarie. Bárbaros son sus actores. Y entre éstos no sólo se cuentan los que lo son por acción, también los que lo son por omisión. No hemos llegado a este punto del camino de repente. Estamos en el lugar exacto al que nos ha traído toda la senda recorrida hasta ahora. La trocha del 78 es esto y no va a mejorar. Si durante 45 años todo ha sido un devenir constante hacia la ruina y la decadencia de España, ¿qué inteligencia puede creer en la fantasía de que el mismo lastre que nos hunde sea el que nos saque a flote?
Ya sólo se puede ser español contra el 78. Todo lo que no sea esto es malgastar energías. Lo que nació podrido no puede ser regenerado. Cada cosa engendra a su semejante –Cervantes– y en la podredumbre sólo hay putrefacción. El nuevo 78 de la asonada de Madrid es el puchero que cuece el fin de España.
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