Por: Chimo (La Facción Podcast)
Las fronteras naturales de nuestro país son probablemente de las más reconocidas del mundo por su simplicidad. Somos la más perfecta isla no-isla existente. Enclavados entre los Pirineos y el Estrecho nace España, y es que… ¿existe algo así como el determinismo geográfico?
Ángel Ganivet considera que sí, que puede existir algo por el estilo, pues el ethos de todo pueblo es forjado por el medio en el que vive y le predispone a determinadas conductas. Así que aquí hablaremos someramente de qué es lo que él apunta y las conclusiones serán vuestras.
Pero antes de empezar… ¿Quién es ese tal Ganivet?
Intelectual de la Generación del 98, es importante precisar que era diplomático de carrera, por lo que analiza en profundidad la política exterior y la naturaleza de las relaciones entre España y el extranjero.
Gran amigo de Unamuno, junto a quien escribió la obra epistolar «El porvenir de España», el diplomático granadino era un cristiano heterodoxo, con un pensamiento marcadamente esencialista y espiritual del mundo.
Derrotado por la abulia de la que adolecía España y que a él le contagió tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, atosigado por la preocupación y la enfermedad, se suicidó a finales de 1898 lanzándose al helado río Dvina de Riga, donde ejercía como Cónsul.
Pero entremos en materia, ¿dónde habla Ganivet de las fronteras naturales y su papel en la idiosincrasia de los pueblos?
En su obra principal: Idearium Español. Breve ensayo donde analiza el ser de España, su caída en desgracia (propio de su Generación) y pretende dar solución.
Nuestro autor aborda así el tema que nos ocupa:
«La evolución ideal de España se explica sólo cuando se contrastan todos los hechos exteriores de su historia con el espíritu permanente, invariable, que el territorio crea, infunde, mantiene en nosotros… Como hay continentes, penínsulas e islas, así hay también espíritus continentales, peninsulares e insulares (…) en los pueblos continentales lo característico es la resistencia, en los peninsulares la independencia y en los insulares la agresión.»
Tras exponer los rasgos generales de estos espíritus y ejemplificar el «ser continental» con Francia y el «ser insular» con Inglaterra, dice de España:
«No hay península que se acerque más a ser isla que la nuestra. Los Pirineos son un istmo y una muralla; no impiden las invasiones, pero nos aíslan y nos permiten conservar nuestro carácter independiente (…) Somos una isla colocada en la conjunción de dos continentes, y si para la vida ideal no existen istmos, para la vida histórica existen dos: los Pirineos y el Estrecho».
Todo esto para terminar resumiendo que: «Somos una isla colocada en la conjunción de dos continentes, y si para la vida ideal no existen istmos, para la vida histórica existen dos: los Pirineos y el Estrecho; somos una «casa con dos puertas», y, por lo tanto, «mala de guardar»».
Por esta razón, considera que nuestro país ha sido una «especie de parque internacional donde pueblos y razas han venido a distraerse cuando les ha parecido oportuno» y nos ha obligado a vivir en una permanente guerra por nuestra independencia.
De esta manera, considera Ganivet que la dominación árabe y la necesidad de Reconquista impulsaron un ser agresivo, imperial, de España que, debiendo haber saltado a África, se topó de improviso con el Nuevo Mundo.
Llegados a este punto hace una importante distinción, para mí de las más interesantes, entre «espíritu guerrero» y «espíritu militar», diciendo:
«A primera vista se descubre que el espíritu guerrero es espontáneo y el espíritu militar reflejo; que el uno está en el hombre y el otro en la sociedad; que el uno es un esfuerzo contra la organización, y el otro un esfuerzo de organización. Un hombre armado hasta los dientes va proclamando su flaqueza cuando no su cobardía; un hombre que lucha sin armas da a entender que tiene confianza absoluta en su valor; un país que confía en sus fuerzas propias desdeña el militarismo, y una nación que teme, que no se siente segura, pone toda su fe en los cuarteles. España es por esencia, porque así lo exige el espíritu de su territorio, un pueblo guerrero, no un pueblo militar».
Pasa entonces a hacer un repaso del carácter anárquico (y victorioso) de nuestros soldados históricos, que podemos resumir con esta cita:
«Desde que vivo fuera de España, he oído la eterna acusación, lanzada por sabios e ignorantes. Llaman a Hernán Cortés «un capitán de bandidos» y en vez de indignarse, creo que lo procedente es decir que no comprenden a nuestros conquistadores, porque no han podido tenerlos».
Hace también una relación de cómo el progreso industrial en todos los ámbitos (militar, productivo, económico…) atenta contra el propio ser del español, por lo que considera relevante decir, ante el desarraigo que caracteriza a este progreso, que:
«Los españoles son tenidos por guerreros duros y crueles, y acaso sean los que han ofrecido más ejemplos de piedad y de magnanimidad, no porque sean más magnánimos y más piadosos, sino porque han peleado siempre muy cerca del enemigo».
Y ahora llega una de mis citas preferidas, pues apunta Ganivet que nuestro amor a la independencia nos hace recelar del Estado, por lo que cuando aparecen conflictos violentos, se traducen en espectáculos de insubordinación, lo cual es criticado por los «hombres sensatos» que arremeten contra nuestro «desequilibrado espíritu nacional». Ganivet considera que este pensamiento crítico «ES LÓGICO, ES CIENTÍFICO Y NO ES ESPAÑOL».
Y con una cita voy a dar por terminado esto, que no llevo analizadas siquiera 20 páginas y podría hacerse la exposición exageradamente larga. Así que os ánimo, si os apetece, a acudir a la obra original o pedir con insistencia un capítulo sobre todo esto en @FaccionPodcast…
«Cuanto en España se construya con carácter nacional, debe de estar sustentado sobre los sillares de la tradición. Eso es lo lógico y eso es lo noble, pues habiéndonos arruinado en la defensa del catolicismo, no cabría mayor afrenta que ser traidores para con nuestros padres».
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