Birras y Divagaciones

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Día: 20 de abril de 2024

La calma de los gentiles

Vengo dándome cuenta, de un tiempo a esta parte, de un problema grave de nuestro tiempo. No ha sido una epifanía, sino un descubrimiento paulatino, lento, contrastado con pequeños ejemplos diarios.

La gente ha perdido la capacidad de ver venir el peligro. De prevenir. De calcular riesgos.

No soy un hombre inteligente. También me falta la experiencia necesaria para la sabiduría. Por tanto, me muevo por la vida de puro instinto, como el perro de caza que endereza lomo y cola cuando ve un pájaro sin saber por qué. Simplemente lo hace. Porque es lo que toca. Lo que le manda la sangre.

No recuerdo la última vez que me senté de espalda a una puerta. Camino con el teléfono en el bolsillo, los cascos en su funda y los ojos en continuo movimiento. Pienso en cómo salir de los sitios prácticamente antes de entrar. Compruebo las cancelas antes de ir a dormir, tengo un hacha de mano en la mesita de noche y un garrote en la guantera del coche. Me despierto si mis perros se mueven, no concilio el sueño hasta sentirlos tranquilos.

No soy un paranoico. No vivo con miedo. Sólo hago las cosas como sé hacerlas, como me pide el cuerpo. Como manda la sangre.

Compruebo fascinado cómo la gente va por la calle con la mirada fija en el teléfono móvil. Cómo se meten en antros plagados de delincuentes sin dudar. Cómo entran en barrios chungos porque el garito de moda está allí. Cómo manosean el ordenador de a bordo de sus carísimos coches eléctricos mientras conducen.

Y me doy cuenta de que no son conscientes del peligro.

Es una cuestión de responsabilidad, me temo. De madurez. De alargar la adolescencia hasta los sesenta años. Ignorar el proceso natural de la vida de hacerse cargo de las consecuencias de los propios actos según vas adquiriendo uso de razón.

Porque ahí reside la raíz de la cuestión: sólo un insensato ignora el peligro.

El peligro es una cosa curiosa, además. Porque no siempre es algo obvio. La mayoría sabe reconocer el peligro en un hombre de pupilas enormes empuñando un machete. En un perro de lomo erizado y hocico espumoso desgañitándose a ladridos. En el fuego. En el mar. La oscuridad.

Lo que la inmensa mayoría desconoce (quizá sería más adecuado decir que ha olvidado) es dónde reside el verdadero peligro.

El verdadero peligro reside en el hombre gentil.

Nada más peligroso que el hombre educado, respetuoso, honrado y amable, de manos curtidas y hombros anchos. Aquel con esposa a la que amar, hijos a los que proteger y Dios al que temer.

Esta sociedad infantilizada, irresponsable, atomizada y sin raíces parece haber olvidado que esos hombres fueron los que la construyeron. Y que esos hombres tuvieron hijos con sus mismos valores, respetos, honra y pasiones. Hijos que aman suficiente la paz como para transigir ofensas, aceptar empujones y soportar insultos con una sonrisa incómoda.

Pero hombres capaces de encabezar la más justa de las guerras cuando se los oprime. Cuando los tiranos tensan la cuerda, entre carcajadas y chanzas confiadas, hasta romperla. Cuando sus secuaces abofetean una última vez la mejilla enrojecida de tanto exponerla al golpe.

Cuando los estúpidos confunden al hombre pacífico con el indefenso.

Decía Patrick Rothfuss que todo hombre sabio teme tres cosas: la tormenta en el mar, la noche sin luna y la ira de un hombre amable.

¿Cuán irresponsable debe ser alguien para seguir buscando exaltar la ira de los gentiles?

Quien pueda entender esto, que lo entienda.

La Reconciliación que no llega

Decía Joseph Adisson que el débil puede combatir, puede vencer pero nunca puede perdonar. Parece que la debilidad lleva años escapándose por las costuras de la consciencia colectiva, atorada en guerras internas y rencores de acontecimientos no vividos.

Precisamente de perdón y reconciliación habla el documental del Valle de los Caídos realizado por Terra Ignota. Resulta curioso que un proyecto creado en 2020 por un grupo de amigos, sea el responsable de poner en la órbita audiovisual una pieza necesaria para evitar que esas costuras de la consciencia a la que me refería antes no terminen de deshilacharse. Aunque bueno, de sobra es sabido que en ocasiones las grandes gestas no se hicieron por altos mandos si no por soldados rasos.

De de la mano del historiador Alberto Bárcena, de Pablo Linares, presidente de la Asociación para Defensa del Valle de los Caídos y de fray Santiago Cantera, prior de la Abadía de la Santa Cruz, se repasa la historia de su creación, los motivos que llevaron a construirlo y la vida monacal que llevan a cabo los monjes que habitan el Valle. En su hora y media de duración a lo único que se hace apología es al respeto y la verdad; a través de un relato serio, cuidado y bien construido, en el que se trata con deferencia a las víctimas de ambos bandos y se le da la honra que merecen.

«Ora et labora»

Acompañado por la música del coro de la Escolanía del Valle de los Caídos, los planos aéreos de una Sierra de Guadarrama nevada, con la cruz alzándose imponente entre las nubes; las esculturas de Juan de Ávalos recortadas contra la niebla y la figura de los monjes ataviados en sus hábitos, dan muestra del valor patrimonial del lugar. Un patrimonio abandonado y denostado por las autoridades políticas y la sociedad, que ahora ve en riesgo su continuidad.

Resultaría absurdo que los romanos quisieran deshacerse del Coliseo porque fue un lugar en el que moría gente para diversión del pueblo, o que los bolcheviques hubiesen volado El Palacio de Invierno, símbolo del zarismo. Y ni siquiera hay que salir fuera de España, en Andalucía siguen en pie la mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada, huella del paso de los árabes por la península.

Terra Ignota teje a través de testimonios sinceros las causas que explican porque no debería tener que defenderse, como si de una amenaza se tratase, un monumento que se hizo con el único fin de no olvidar. Sería mejor mirar al presente con la enseñanza que dejaron aquellos que derramaron su sangre por un error que, parece, muchas personas quieren volver a repetir. También se relata de primera mano la actividad diaria que realizan los monjes del Valle, qué encuentran en la vida contemplativa y cual ha sido su trayectoria hasta llegar allí.

Un documental muy recomendable que consta de dos partes disponibles en YouTube, en el que no se echa sal a las viejas heridas, todo lo contrario, se intenta hacerlas cicatrizar. Una muestra de la importancia de cultivar la sabiduría para nutrir la memoria. La real, la que duerme pero despierta, la que aprende y no repite la falta.

Como decía Pablo Linares, nieto de un republicano, una guerra civil es la peor de todas las guerras. Es el mayor fracaso de una nación porque supone la muerte entre hermanos, personas que compartimos el cordón umbilical de nuestra cultura. Sin embargo, existe un fracaso todavía mayor; el olvido.

Un país que borra su historia es un país que se niega a sí mismo.

Solvang Sundance

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