Birras y Divagaciones

Cerrar

Día: 12 de febrero de 2024

El último Estadista

«Están tratando de intimidar a su propia población con una amenaza rusa imaginaria». Con estas palabras ha descrito el presidente de Rusia, Vladimir Putin, cómo los gobiernos occidentales aterrorizan a sus gobernados con una guerra nuclear que sólo tendrá lugar si la provocan esos mismos gobiernos occidentales. Lo ha dicho en la entrevista que le ha realizado Tucker Carlson. Ha sido un combate singular: el último periodista de los EEUU frente al último estadista europeo.

El señor Carlson no está acostumbrado a lidiar con alguien así. En unas declaraciones posteriores dijo que se había quedado con la impresión de que el ruso «no es bueno explicándose» y que invirtió demasiado tiempo en ello «en un mundo en el que eso no es necesario». Los estadistas escasean en este siglo ayuno de glorias y sobrado de decadencia. Tras mister Trump, ser Putin es el segundo al que se enfrenta. Hay entre ambos, sin embargo, una diferencia crucial y otras secundarias con las que podemos ilustrar la entrevista que todo periodista vocacional soñaría con hacer. La distinción esencial es la del estado del Estado. Una república nacida en 1776 –hace apenas 250 años– no tiene detrás más de mil años de razones acumuladas que influyen en cada decisión presente. En el resto de Europa sí se dan esas circunstancias, pero no hay ningún otro estadista que lo aplique y actúe en consecuencia.

Si el desarrollo de las potencias son partidas de ajedrez, toda la Cristiandad ha pasado ya del medio centenar de jugadas, mientras que los EEUU están aún en la número quince. Rusia, además, juega con un Gran Maestro. Mientras, en Occidente sólo hay niños que apenas aciertan con el movimiento de cada pieza y que lo ignoran todo acerca de las leyes que gobiernan el ajedrez del mundo.

El señor Putin viajó del siglo IX  al XXI durante 40 minutos para explicar la naturaleza de la amenaza que se cernía sobre Rusia para que invadiera Ucrania.

Las curvas del camino

Sabe sus razones. Conoce cada curva del camino de mil años que ha conducido hasta el presente: la «presión» occidental mediante la expansión de la OTAN, el apoyo a los separatistas del Cáucaso, el sistema de defensa antimisiles unilateral y los reiterados engaños de los que acusa a Occidente. Es el dominio del estadista: sabe de dónde viene, a dónde quiere llegar y por qué. Conoce el teatro global y las implicaciones de los acontecimientos. No balbucea argumentarios. Discurre y razona.

Tras la acusación informal a la CIA de haber volado tres de los cuatro tubos Nord-Stream, el entrevistador no ve por qué no presenta pruebas para ganar una «victoria propagandística». Esto trascendería a la propaganda. El ataque a infraestructuras críticas es un casus belli. Probar públicamente la responsabilidad de los EEUU en ello obligaría a Rusia a declararle la guerra a los EEUU, que es justo lo que trata de evitar y lo que parece querer la Casa Blanca. «¿Necesitan los EEUU una guerra con Rusia? ¿Para qué?». Tras esto, advirtió de que Rusia está dispuesta «a luchar por sus intereses hasta el final» como lo estuvo a firmar con Ucrania la paz que deshizo Boris Johnson.

Decirle a los demás cómo ordenarse es muy anglo. Allá cada potencia con su forma de Gobierno. Sólo la española incumbe a los españoles. El señor Putin dio una lección de geopolítica, de sustitución de la fuerza por el comercio como hace China y trata de hacer Rusia, pese a la «presión» en contra. Lecciones para la Iberoesfera y para España cuando ponga fin a su eterno conflicto interno de amigos externos: comercio, comercio, comercio.

Asesinatos y frivolidad

El decoro es el ordenamiento de lo que no exige la Ley. El luto no es una obligación legal. Pero sí moral. Hay algo que no está bien cuando el presidente del Gobierno se disfraza de actor y se va a una fiesta después del asesinato de tres guardias civiles. Hay jefes buenos y malos. Y luego están los que desconocen la naturaleza de su responsabilidad. De estos últimos son los que sonríen entre aplausos y canapés inmediatamente después de que le hayan asesinado a tres empleados. Las condolencias son baratas. Con unas palabras en una red social dan por salvado el expediente. Y a la fiesta. Champán y croquetas. No hay asesinato de servidor público capaz de aguarle la diversión al señor Sánchez.

También en la sociedad española hay algo que no está bien. Si el presidente del Gobierno se va de fiesta con los cuerpos aún calientes de tres guardias civiles asesinados es porque sabe que hacerlo no le va a pasar factura. El 78 lo ha podrido todo. En las costas de Cádiz manda el narco. Han matado a tres guardias por dos razones. Porque pueden hacerlo y porque no temen las consecuencias de hacerlo.

«Eres un icono, presi, te queremos, ¡uuh!», es la reacción de una periodista de RTVE ante estos acontecimientos. Llamar «icono» al jefe del Gobierno es introducirlo en el ámbito religioso y elevarlo sobre el resto de los mortales. Ya veremos cómo desarrolla la cuestión esta incisiva prensa que nos hemos dado. Si el señor Sánchez es un icono, está por aclarar si su relación con Dios es de semejanza o de consustancialidad. Habrá que convoncar un concilio de la secta setentayochista para debatirlo. ¿Es el señor Sánchez un icono porque todos los presidentes del Gobierno lo son? ¿O estamos ante una cualidad que es exclusiva de su augusta persona y que acaba de ser revelada?

El trato frívolo que ha recibido este triple asesinato es insoportable. Las circunstancias en las que se ha producido señalan el estado en el que se encuentran las instituciones y el de la sociedad española. Hay aquí un regusto a un sabor conocido. Al 78 no le importa el hoyo, sólo su bollo. Y decimos el suyo porque tampoco le preocupa el de sus hijos ni el de sus nietos. En cumplimiento de órdenes que llegan del exterior, los sucesivos ejecutivos de las últimas décadas han procedido al desmantelamiento del sector primario español. Sin agricultura, sin ganadería y sin pesca, ¿de qué creen los españoles que se van a alimentar mañana sus hijos y sus nietos? ¿De lo que le compremos a Marruecos? ¿Y si el sultán decide que no nos vende alimentos y nos sitia por hambre? ¿Hay algo más esencial para una Nación que la capacidad de alimentarse a sí misma?

El campo se ha levantado y el Gobierno de socialistas y comunistas combate a sus trabajadores. Para esto sí están muy bien dotadas la Guardia Civil y la Policía. Los transportistas se unen a los labradores. Temerosos de que las protestas lleguen a constituir una amenaza para su estabilidad, los eunucos de la Moncloa han enviado a su nómina de desmovilizadores para neutralizar la justa ira de la Nación traicionada por todo el 78, que la ataca desde todos los frentes. Para que España viva, el 78 debe morir.

No nos gustan las galletas... pero nos obligan a usarlas

En TerraIgnota.es no usamos cookies propias pero si algunas de terceros. Puedes aceptar su uso o simplemente rechazarlo, es tu libre elección.

No nos gustan las galletas... pero nos obligan a usarlas

En Terra Ignota no usamos cookies propias pero si algunas de terceros. Puedes aceptar su uso o simplemente rechazarlo, es tu libre elección.