Birras y Divagaciones

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Mes: mayo 2022

De parásitos

Criaturas curiosas, las garrapatas. Llegué a conocerlas bastante bien durante una etapa de mi vida. Al punto de convertirme en lo más parecido a un experto en el noble arte de separarlas de su, por lo general involuntario, anfitrión.

Hay un verdadero ritual, casi arcano, alrededor de esta labor. Casi un centenar de métodos, a cual más variopinto. Desde untar de aceite de oliva la zona circundante a la alimaña a quemarla con un cigarrillo, pasando por arrancar sin miramientos y más tarde extraer la cabeza con un alfiler desinfectado al fuego. Porque sucede, y esto es quizá lo más curioso de este ácaro (pasé media vida creyéndolo un arácnido), que es un bicho tozudo. Prefiere perder la vida a soltarse de su sustento, de la criatura a la cual parasita. No sólo eso: si se lo obliga a las bravas, dejará la cabeza dentro del cuerpo de su víctima para infectarla, hacerla enfermar o, incluso, causarle la muerte.

Me volví un experto en esto de las garrapatas, decía. Encontrarlas. Estudiar sus movimientos. Trabajarlas con cuidado, casi delicadez, para extraerlas. La piel se tensaba un segundo, la última resistencia, un pequeño giro, leve presión en el grueso, duro cuerpo del insecto y ¡plop! Una garrapata íntegra entre los dedos, por lo general vomitando sangre, su última cena. Muchos venían en busca de esta habilidad después de pasar unos días en el campo, incluso yo mismo despedía a mis propios visitantes no deseados si me alcanzaban las manos.

El caso, y disculparéis esta desagradable introducción, es el siguiente: una garrapata prefiere morir a dejar de parasitar. Y si lo hace, es a la fuerza, llevándose a cuantos pueda por delante. Además, la garrapata ya no se oculta como antaño. Llegamos a un punto, en un lapso tan corto que asombra, en el cual las garrapatas llaman la atención. Gritan. Exigen sangre. Huéspedes. Víctimas.

Cerca de las ocho de la mañana, andaba haciendo las tareas relativas al negocio familiar. Lo de siempre, peleas en el ayuntamiento, el millonésimo trámite burocrático bajo amenaza de impuesto revolucionario en caso de no doblegarte a sus arbitrariedades, hablar con una máquina en la oficina de la entidad bancaria de turno. Pasé por la plaza de la iglesia y ahí estaba esperándome. Debía rondar los sesenta años, muleta mugrosa al ristre, pelo rapado entrecano, obesidad rondando la morbidez. Sentada en la terraza del bar donde se reúnen los drogadictos del barrio. La garrapata.

Aleccionaba a gritos al yonqui de la mesa de al lado. No suelo prestar atención a este tipo de duelos de alta filosofía, encuentros dignos de la entrada de Diógenes a la academia platónica (¡he aquí un hombre! con sesión onanista garantizada), pero me llamó la atención el contenido del encendido discurso del ácaro. No me resisto a resumirlo para deleite de quienes lean estas líneas.

Ella, pobre y desamparada, era una paria de la tierra. Nadie le daba lo que merecía, nadie le ofrecía una vida digna. No le daban dinero, no le daban casa, no le daban cuidados. Dar, merecer. Siendo así las cosas, no se sentía culpable por okupar la casa de una millonaria.

Un discurso ya conocido por todos, claro. La dialéctica clásica del parásito. Sin embargo, aquí viene el último giro argumental. Sobre la millonaria. Sigo resumiendo.

Porque ella era pobre, pero la otra tenía dos casas. ¡Dos! Una, donde residía, en el pueblo de al lado. ¡Un pueblo de ricos! Encima, esa otra casa tenía piscina. ¡Piscina! Y no contenta con eso, la millonaria cobraba en su trabajo (el clásico millonario asalariado) la exorbitada suma de mil doscientos euros al mes. ¡Mil doscientos!

Dejando de lado el innegable poderío económico de la asalariada mileurista, añadía nuestro ácaro protagonista de la semana que:

Ella no se iría de esa casa sin pelear. Si la sacaban, arrancaría hasta el último cable de cobre, cada ventana de aluminio, incluso las tuberías. Esa casa era ahora su casa y no podía serlo de nadie más. Porque la millonaria debía entender que era una privilegiada y debía compartir. Darle su parte a quienes no disfrutaban de privilegios. ¿Cómo podía tener dos casas? ¡O incluso una! La gente normal vive de alquiler.

Soy bueno encontrando garrapatas, decía.

Aunque, en realidad, las garrapatas son mejores encontrándome a mí.

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Renacer

Ya se ha ido la nieve.

La luz ha vuelto a revelar

Las hojas olvidadas del barrendero

Que el invierno quiso ocultar.

Ahora- no os lo perdáis-

Empiezan a salir las flores.

El árbol seco y viejo,

Qué desde mi ventana

Veo morir en invierno,

Empieza a enseñar las hojas

Bajo las cuales en verano leo.

Hojas que volarán conmigo

Durante el otoño venidero,

dando a mis pies sonido

En caminatas y paseos.

El sol solo en el cielo.

Quizás con algo de suerte

Mañana venga aguacero:

De esos meláncolicos de primavera,

De esos que olvida el invierno

De esos que ocultan el horizonte,

y exigen pararse bajo ellos.

Bajo ellos tomar un cigarro:

Pararse. Y decir te quiero.

TRÁMITES BUROCRÁTICOS DEL RECIÉN NACIDO

Esta entrada no tiene más objetivo que intentar ordenar esquemáticamente los trámites a realizar cuando llegue ese maravilloso momento del nacimiento de un hijo, y que la apabullante cantidad de trámites burocráticos no agreguen tensión a los primeros días, que siempre son los más difíciles para unos padres.

AVISO PREVIO IMPORTANTÍSIMO:

ES MUY ACONSEJABLE DISPONER DE CERTIFICADO DIGITAL O CL@VE PERMANENTE (CON LA CL@VE PIN HAY DETERMINADOS TRÁMITES QUE NO SE PUEDEN HACER).

Si ya tienes Certificado Digital, tendrás instalado Java, que será necesario para los trámites con la Administración. Si no, simplemente buscar en Google e instalarlo en el ordenador desde el que se hará todo.

Para obtener el certificado digital primero se solicita, te envían un correo, pides cita presencial en una oficina de la SS o de Hacienda y con el código del correo electrónico te mandan el certificado digital de nuevo a tu correo, que será el que descargues EN EL PC DESDE EL QUE LO SOLICITASTE, en otro no vale.

Se hace desde aquí: https://www.sede.fnmt.gob.es/certificados/persona-fisica/obtener-certificado-software/solicitar-certificado

CUANDO LLEGUE EL MOMENTO DEL PARTO:

Lo primero es estar tranquilo y al hospital llevar una carpeta donde guardar todos los documentos que a partir de ese momento van a hacer falta.

EMPRESA

Comunicar a la empresa el nuevo nacimiento para que expidan el certificado de empresa y lo comuniquen a la SS, y pedir copia. El certificado tiene que estar debidamente cumplimentado, sellado y firmado por la empresa y en el mismo han de aparecer las bases de cotización del solicitante. Se cobra el 100% de la base pero el cuándo, ah, eso amigo nunca se sabe.

TRABAJADOR

1) Hay hospitales que hacen el registro del recién nacido ellos. Si no, te entregan un documento amarillo que se ha de rellenar para entregarlo presencialmente en el Registro Civil, que para Madrid Capital está en la Calle Pradillo, 66. (Si el niño no ha nacido en Madrid Capital, buscar el Registro correspondiente). Hay que pedir cita previa aquí:

https://gestiona7.madrid.org/CTAC_CITA/registro

y allí hay que llevar:

-papel amarillo cumplimentado y firmado por ambos progenitores

-dni de los progenitores

-libro de familia si lo hubiera

-recomiendo llevar cualquier otro documento que te hayan dado esos días, por si acaso

2) Paralelamente, se puede ir solicitando como nuevo beneficiario de la SS al recién nacido a través de la web “TU SEGURIDAD SOCIAL” https://sede-tu.seg-social.gob.es/

-PERMISO POR NACIMIENTO DE PATERNIDAD (ahora se llama prestación de NACIMIENTO Y CUIDADO DE MENOR).

Es mejor solicitarlo cuando ya se tenga el Certificado de Empresa y la partida de nacimiento del Registro Civil (o al menos el justificante de que se ha solicitado el asiento en el Registro, porque tarda unos días). Y si el recién nacido ha necesitado ingreso posterior al parto de más de 7 días, hay que pedir certificado del mismo en el propio hospital para poder adjuntarlo también en la solicitud del permiso.

También se hace a través de la página de “TU SEGURIDAD SOCIAL”. Hay que ir rellenando los datos que solicitan y establecer cómo se va a disfrutar el período de descanso. En 2022 son 16 semanas, las primeras 6 obligatorias, y adjuntar los documentos que solicitan. IMPORTANTE: si se hace ANTES de tener los documentos es un caos, es mejor esperar a tenerlos. En caso de duda, llamar a este teléfono 91 542 11 76 hasta que lo cojan (yo llamé 16 veces, pero al final me lo resolvió todo el funcionario que me atendió).

Si por lo que sea eso no funciona, hay que pedir cita presencial o completar lo que falte mediante envío por correo postal o en una oficina del INSS:

-ASIGNACIÓN DE PEDIATRA PARA EL RECIÉN NACIDO EN EL CENTRO DE SALUD DE LA SS Y OBTENCIÓN DE TARJETA SANITARIA.

Una vez que ya se ha dado de alta al recién nacido en TU SEGURIDAD SOCIAL, acudir al centro de salud sin cita previa (esperando la cola que haya) y solicitar pediatra (si puede ser, solicitar que se atienda el mismo día e ir con el recién nacido), tarjeta de la SS (que una vez solicitada por ellos llegará al mes siguiente no a casa sino al Centro de Salud) y ya comenzar a disfrutar de nuestra maravillosa Sanidad Pública.

PADRÓN MUNICIPAL

En Madrid el padrón municipal se hace de forma automática pero para conseguir el certificado de que el recién nacido está empadronado en la casa de los progenitores, hay que entrar en www.madrid.es/micarpeta.

Ganivet y la ontología de España

Por: Chimo (La Facción Podcast)

https://twitter.com/regresismo/status/1524818741539766273?s=20&t=EFoVBeItb-XT_hIJrlNNdA

Las fronteras naturales de nuestro país son probablemente de las más reconocidas del mundo por su simplicidad. Somos la más perfecta isla no-isla existente. Enclavados entre los Pirineos y el Estrecho nace España, y es que… ¿existe algo así como el determinismo geográfico?

Ángel Ganivet considera que sí, que puede existir algo por el estilo, pues el ethos de todo pueblo es forjado por el medio en el que vive y le predispone a determinadas conductas. Así que aquí hablaremos someramente de qué es lo que él apunta y las conclusiones serán vuestras.

Pero antes de empezar… ¿Quién es ese tal Ganivet?

Intelectual de la Generación del 98, es importante precisar que era diplomático de carrera, por lo que analiza en profundidad la política exterior y la naturaleza de las relaciones entre España y el extranjero.

Gran amigo de Unamuno, junto a quien escribió la obra epistolar «El porvenir de España», el diplomático granadino era un cristiano heterodoxo, con un pensamiento marcadamente esencialista y espiritual del mundo.  

Derrotado por la abulia de la que adolecía España y que a él le contagió tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, atosigado por la preocupación y la enfermedad, se suicidó a finales de 1898 lanzándose al helado río Dvina de Riga, donde ejercía como Cónsul.

Pero entremos en materia, ¿dónde habla Ganivet de las fronteras naturales y su papel en la idiosincrasia de los pueblos?

En su obra principal: Idearium Español. Breve ensayo donde analiza el ser de España, su caída en desgracia (propio de su Generación) y pretende dar solución.

Nuestro autor aborda así el tema que nos ocupa:

«La evolución ideal de España se explica sólo cuando se contrastan todos los hechos exteriores de su historia con el espíritu permanente, invariable, que el territorio crea, infunde, mantiene en nosotros… Como hay continentes, penínsulas e islas, así hay también espíritus continentales, peninsulares e insulares (…) en los pueblos continentales lo característico es la resistencia, en los peninsulares la independencia y en los insulares la agresión.»

Tras exponer los rasgos generales de estos espíritus y ejemplificar el «ser continental» con Francia y el «ser insular» con Inglaterra, dice de España:

«No hay península que se acerque más a ser isla que la nuestra. Los Pirineos son un istmo y una muralla; no impiden las invasiones, pero nos aíslan y nos permiten conservar nuestro carácter independiente (…) Somos una isla colocada en la conjunción de dos continentes, y si para la vida ideal no existen istmos, para la vida histórica existen dos: los Pirineos y el Estrecho».

Todo esto para terminar resumiendo que: «Somos una isla colocada en la conjunción de dos continentes, y si para la vida ideal no existen istmos, para la vida histórica existen dos: los Pirineos y el Estrecho; somos una «casa con dos puertas», y, por lo tanto, «mala de guardar»».

Por esta razón, considera que nuestro país ha sido una «especie de parque internacional donde pueblos y razas han venido a distraerse cuando les ha parecido oportuno» y nos ha obligado a vivir en una permanente guerra por nuestra independencia.

De esta manera, considera Ganivet que la dominación árabe y la necesidad de Reconquista impulsaron un ser agresivo, imperial, de España que, debiendo haber saltado a África, se topó de improviso con el Nuevo Mundo.

Llegados a este punto hace una importante distinción, para mí de las más interesantes, entre «espíritu guerrero» y «espíritu militar», diciendo:

«A primera vista se descubre que el espíritu guerrero es espontáneo y el espíritu militar reflejo; que el uno está en el hombre y el otro en la sociedad; que el uno es un esfuerzo contra la organización, y el otro un esfuerzo de organización. Un hombre armado hasta los dientes va proclamando su flaqueza cuando no su cobardía; un hombre que lucha sin armas da a entender que tiene confianza absoluta en su valor; un país que confía en sus fuerzas propias desdeña el militarismo, y una nación que teme, que no se siente segura, pone toda su fe en los cuarteles. España es por esencia, porque así lo exige el espíritu de su territorio, un pueblo guerrero, no un pueblo militar».

Pasa entonces a hacer un repaso del carácter anárquico (y victorioso) de nuestros soldados históricos, que podemos resumir con esta cita:

«Desde que vivo fuera de España, he oído la eterna acusación, lanzada por sabios e ignorantes. Llaman a Hernán Cortés «un capitán de bandidos» y en vez de indignarse, creo que lo procedente es decir que no comprenden a nuestros conquistadores, porque no han podido tenerlos».

Hace también una relación de cómo el progreso industrial en todos los ámbitos (militar, productivo, económico…) atenta contra el propio ser del español, por lo que considera relevante decir, ante el desarraigo que caracteriza a este progreso, que:

«Los españoles son tenidos por guerreros duros y crueles, y acaso sean los que han ofrecido más ejemplos de piedad y de magnanimidad, no porque sean más magnánimos y más piadosos, sino porque han peleado siempre muy cerca del enemigo».

Y ahora llega una de mis citas preferidas, pues apunta Ganivet que nuestro amor a la independencia nos hace recelar del Estado, por lo que cuando aparecen conflictos violentos, se traducen en espectáculos de insubordinación, lo cual es criticado por los «hombres sensatos» que arremeten contra nuestro «desequilibrado espíritu nacional». Ganivet considera que este pensamiento crítico «ES LÓGICO, ES CIENTÍFICO Y NO ES ESPAÑOL».

Y con una cita voy a dar por terminado esto, que no llevo analizadas siquiera 20 páginas y podría hacerse la exposición exageradamente larga. Así que os ánimo, si os apetece, a acudir a la obra original o pedir con insistencia un capítulo sobre todo esto en @FaccionPodcast

«Cuanto en España se construya con carácter nacional, debe de estar sustentado sobre los sillares de la tradición. Eso es lo lógico y eso es lo noble, pues habiéndonos arruinado en la defensa del catolicismo, no cabría mayor afrenta que ser traidores para con nuestros padres».

De futuro y pasado

No hace tanto tiempo atrás vivíamos con la mirada puesta en el futuro. Sólo hace falta recordar el estallido de literatura, cine y juegos (principales exponentes de nuestra cultura) de ciencia ficción a finales de los setenta y principios de los ochenta. La Guerra de las Galaxias, Dune, Gattaca, El juego de Ender… El futuro estaba allí.

Proliferaron las naves espaciales, los viajes a la velocidad de la luz, versiones evolucionadas de las sociedades (algunas basadas de forma remota en el feudalismo) que ya conocíamos. Había injusticia, regímenes autoritarios, violencia. Pero también esperanza. En ocasiones como parte de la propia trama, donde un elegido derrocaba al tirano de turno. Otras, incluso en las ambientaciones más pesimistas como Blade Runner, el optimismo se reflejaba en los pequeños detalles. Quizá el futuro fuese una mierda, pero había coches voladores, androides tan sofisticados que pasaban por humanos, chips neuronales, hologramas. Incluso en la más absoluta oscuridad quedaba el resquicio de la fe en un futuro donde la tecnología sería espectacular.

En resumen: cuando la gente miraba al futuro lo hacía con esperanza. Esperaban, incluso en el peor de los casos, un futuro mejor. Aunque fuese en los avances de la ciencia. Confiábamos en la ciencia como llave hacia un futuro brillante.

Ya no se hacen películas, series o videojuegos así. Nadie escribe sobre un futuro mejor. Cuando se hace es, de forma curiosa, para revisar clásicos. Rememorar. Buscar en el pasado. Traer al futuro una obra. Por lo general, para explotarla. Sacarle rédito, ganar dinero. Jamás buscando una lección, aprender, comprender. Se echa la mirada al pasado para llenar la cartera, no el alma.

Nací en 1990. Aún recuerdo el optimismo por el futuro. No sólo en el cine, donde los científicos iban a ser capaces de traer de vuelta a los dinosaurios mediante la clonación, sino en la propia sociedad. Se abrían negocios, Internet iba a cambiarlo todo para mejor, los robots estaban al caer. Pero no sólo eso. En el propio día a día. Los padres confiaban en el futuro de sus hijos. Una carrera universitaria les haría un hueco en grandes empleos, un taller mecánico daría mucho dinero, montarse un bar lo «iba a petar». Todos los proyectos tenían cabida, las cosas saldrían bien. La economía iba como un tiro, el futuro era brillante.

Cuando pienso en el futuro de mis hijas sólo veo oscuridad. Más de veinte años median desde el optimismo de los noventa. Pero el giro ha sido radical. Emprender es un suicidio. La mejor alternativa laboral es el funcionariado, convertirse a efectos prácticos en un siervo del Estado con la única diferencia del derecho de pernada. Todo se andará. Estudiar una carrera es más una obligación social que una verdadera puerta al futuro. Pensar en una hipoteca es una temeridad, pero vivir de alquiler es la muerte a pellizcos. No existen los planes a futuro. Ya nadie escribe sobre las maravillas que traerá el mañana.

La esperanza no ha muerto. Nos la han robado.

Una sociedad no es tan distinta de los individuos componiéndola. Tiene un ciclo vital. Envejecer es el sino de la vida. Los jóvenes miran al futuro con esperanza. Se van a comer el mundo. Son los años, las derrotas, los fracasos, los sinsabores, lo que nos hace volver la mirada al pasado. A un pasado mejor porque aún había esperanza. O quizá no, pero podemos imaginarla. Introducirla allí, donde ya nadie podrá maltratarla de nuevo.

¿Cuántas de las políticas recientes tienen la mirada en el futuro? Y las pocas que lo hacen, ¿cómo lo contemplan?

El cambio climático, el fin de los tiempos moderno, ha sido la principal apuesta por el futuro de nuestra sociedad. Y lo ha sido desde el más absoluto de los pesimismos. «Ecosistemas completos están muriendo», decía la profeta del cambio. Esa ha sido la única mirada al futuro de la última década.

El resto… Memoria democrática, Memoria histórica, Franco, víctimas de la Guerra Civil. No sólo eso. La revisión de la historia, por un lado, destruyendo los mitos fundacionales de cada nación, mientras otros sectores exacerban las bondades pretéritas. La romantización de la Edad Media. El súbito interés de algunos por el Imperio Español y los Austrias.

Así, las sociedades empiezan a fagocitarse. Sin la mirada puesta en el futuro, se detienen. Se atascan. Como un río, al dejar de correr se estanca. Sus aguas de pudren. Por último, un lodazal infecto donde sólo habitan parásitos consumiendo los restos.

El futuro no ha muerto. Nos lo han robado.

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