A tres infiernos condenado,
por dicha, furia y resignado,
que ni cien cielos curarían,
el odio del hombre despechado.
Dolor de lo que quiso que fuera,
llanto que el Horror temiere;
y es tal la angustia y pena,
que ni el propio Diablo la quiere.
No hay ningún consuelo,
para el que rechazado yerra;
Si acaso taparse de suelo,
y ya solo,
ser bajo tierra.