Resulta casi cómico -si no fuera trágico- observar la torpeza con la que algunos intentaron colocar al hermano, convencidos de que su plan de comunicación desde Moncloa, a base de cartas, era brillante. La selección de personal que implantó Ábalos, la confusión de Cerdán entre «sin ánimo de lucro» y «sinónimo de lucro», y otros episodios similares, dibujan un panorama que, lejos de ser anecdótico, revela una profunda crisis de competencia.
Y, sin embargo, estas personas ganaron. Fueron los mejores dentro del PSOE. ¿Importa si hubo trampas en aquellas votaciones en Ferraz? Quizás no tanto. Porque, visto lo visto, sus intenciones se veían a la legua desde el primer momento en que cruzaron la puerta.
Lo más inquietante no es lo que hicieron, sino cómo lo hicieron. Con todos los recursos del Estado a su disposición, lo más sofisticado que han logrado para tapar sus tropelías es lo que estamos viendo ahora. Si estos son los más listos, los más estratégicos, los más preparados ¿cómo serán los que perdieron?
Estas son las personas que gestionan cientos de miles de millones de euros del presupuesto nacional. Las que negocian en nuestro nombre con multinacionales, organismos internacionales y líderes globales. Y nosotros, los ciudadanos, seguimos sin exigirles lo mínimo: conocimiento, experiencia, excelencia. Lo que sí exigimos a médicos, jueces, notarios o cualquier otro profesional con responsabilidad pública.
¿Cómo es posible que permitamos que alguien que no pudo ni sacarse una diplomatura esté al frente de 80.000 millones de euros? ¿Que negocie con los directivos más preparados del mundo? ¿Que diseñe estrategias creyendo que no lo íbamos a notar, convencido de que su plan era perfecto?
Este es el nivel.
O exigimos lo mismo que en cualquier otro ámbito (formación, mérito, capacidad) o da igual todo lo demás. No sirve de nada indignarse, quejarse de que nos mienten o nos roban, si seguimos votando para que 20 abogados construyan aviones, 20 agricultores los piloten, el más vago de la clase controle la red ferroviaria, y los que hacían pellas y fiestas negocien con los mejores de cada sector.
Seamos del color que seamos, o exigimos todos a todos los partidos un nivel alto, o esto no funciona. Basta ya de justificar la mediocridad con el argumento de los pueblos pequeños. No, no es aceptable que alguien sin estudios dirija un ministerio. No lo es.
Juan Pablo Núñez
1 comment-
Javier Fdz el Tábano dice:
23 de octubre de 2025 a las 11:23 am
Hubo un tiempo en que la capacidad, el mérito y el esfuerzo se consagraban en las columnas donde reposaba el peso de toda una comunidad, que no sociedad. Hoy esas columnas han caído con el estrépito del más absoluto de los silencios. Esto ha provocado que no sepamos quién es más merecedor de dirigir los designios de nuestro presente y del futuro de nuestros hijos si el vago subvencionado, el estafador espabilado o el sátrapa al que le encanta la adulación y sentirse superior a los demás mortales. Entre éstos tenemos que elegir.
Una pena.