El hombre que saca a los muertos de sus tumbas para pasearlos entre los vivos es el mismo que amnistía a los golpistas para que vuelvan a golpear a los golpeados. «La poesía es repetición», me solía decir un profesor de Literatura. Y henos aquí –no de Pravia, como don Mendo–, al borde de una nueva guerra mundial en la que no se ventila ningún interés español y ante el abismo de un nuevo golpe a la Nación. Otra vez el Estado contra la Nación. En este caso, sin embargo, los poderes del Estado no se desentienden de las felonías de la Generalidad –otra institución del Estado– como hicieron en 2017, sino que son el Ejecutivo en colusión con el Legislativo los que alimentan el estado de cosas que propicie un nuevo ataque a la integridad de la Nación política española.
España se deshace como un azucarillo en el café para todos del 78. La cafetería la puso el ucedista Manuel Clavero, que fungió de ministro «para las Regiones» con el señor Suárez mientras unos diputados redactaban una Constitución sin haber sido elegidos para ello y a puerta cerrada. Con «carácter confidencial», consignaron en la minuta.
Inaugurador de bustos y homenajeador de orates, el presidente de la Junta de Andalucía –Juanma– le acaba de poner uno al señor Clavero en el Parlamento Andaluz. Sin casualidades: es el cacique regional quien pone los bustos en el casino regional. La amnistía a los golpistas de la Generalidad es un llamamiento del 78 a todos los cafeteros autónomos. «Rebelaos, caciques, que –por la convivencia y la concordia– el 78 absolverá vuestras traiciones a los españoles», dice la amnistía a los que entienden su significado. Y así, «golpe a golpe, verso a verso», nos llega la repetición de la asonada del 17 y su inminente metástasis federalista por toda España hasta otra rima en consonante: la peste cantonalista que mató a la Primera República en diez meses y que acabó como empezó la Gloriosa seis años antes, con una regencia/dictadura del duque de la Torre, el general Serrano.
Pero si hacemos memoria, no nos olvidemos de que esta amnistía al señor Puigdemont y sus cómplices no es la primera que España ofrece a estos traidores. «La memoria de los hombres es muy flaca», advertía el canciller López de Ayala. La aplicación del artículo 155 CE exigía que el Gobierno requiriera a los rebeldes que volvieran a la legalidad. Fue entonces cuando resucitó el género epistolar –el señor Sánchez sigue en esto los pasos del señor Rajoy–. Moncloa y el golpista intercambiaron varias misivas, a cuál más estrafalaria. Ya en la primera, el Gobierno de la Nación ofreció una salida al sublevado. Si negaba que hubiera declarado la independencia de Cataluña, pelillos a la mar. El alzado respondió con evasivas. Y el señor Rajoy repitió su propuesta. Aquello fue una oferta de amnistía encubierta. El PP no puede evitarlo. Forma parte de la vorágine federalista del 78. No la detendrá jamás. El PP está con el PSOE: su patria es el partido. España o el 78.
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