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Plomo

La reacción sincronizada de la prensa occidental ante el intento de asesinato del recién elegido primer ministro de Eslovaquia ha sido señalar que llevaba la falda muy corta. Que si pensaba esto, que si decía aquello y hasta que si hacía lo otro. Al pistolero, en cambio, lo han descrito como un infatigable luchador por la libertad, un poeta amante de la Humanidad y, seguramente, de los gatitos: un progresista. Un señor de los que ayudan a cruzar la calle a las abuelitas. Todos los medios generalistas europeos y useños se han transformado en el Egin de ETA: el asesino es un héroe; el tiroteado se lo tenía merecido, algo había hecho para recibir cinco tiros.

Esto nos lleva a conclusiones. Ninguna bonita. Quien se salga del consenso occidental que alguien impone podría ser asesinado. No es una especulación. Es un hecho. Ha sucedido. Lo hemos visto. Dos vías para ello. La más evidente es que alguien lo ordene y otro alguien ejecute esa orden. La segunda es el resultado de una prensa desquiciada. Si todos los grandes medios lanzan a diario a sus audicencias el mensaje de que el sentido común –la defensa de la vida, de la propiedad privada y de la comunidad nacional propia y de sus intereses frente a terceras potencias– es de ultraderecha, acabará por aparecer un loco mesiánico dispuesto a dispararle al sentido común para salvar al mundo.

Los actos tienen responsables y consecuencias. Conocemos las segundas en el caso del primer ministro eslovaco. Falta desvelar a los primeros. ¿Quiénes son los autores intelectuales de este intento de asesinato que podría no ser el último que tenga lugar en el mundo libre contra quien ejerza la libertad?

Sería bueno saberlo porque esto cada día se parece más a la acumulación de actos y efectos que hoy identificamos como los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial. Probablemente no haya una única respuesta diáfana. Hay órdenes en la sombra; hay prensa que no necesita recibir instrucciones; y hay argumentarios contenidos en los subsidios que recibe esa prensa para salvar sus cuentas de resultados. Así vamos de farsa en farsa mientras la UE censura medios y opiniones en todo su ámbito geográfico y el presidente del Gobierno español amenaza abiertamente a las empresas editoras que tengan el atrevimiento de denunciar la corrupción de su mujer, que es la suya, dado que su ella no estaría en posición de cometer tales agios si su marido no fuera el jefe del Ejecutivo. Y aún así, qué despreciable resulta el robo a los contribuyentes cuando se mide con la degradación moral de un Consejo de Ministros que vende a su patria a los intereses de terceras potencias a cambio de dineros viles y de cargos bellacos.

Cualquier Gobierno o Legislativo que trabaje contra los españoles y sus intereses son poderes en guerra contra sus gobernados y legislados. Si no efluye sangre es porque su arma es el BOE, cargado de legislación contra el Derecho, contra la costumbre y contra la Ley de la Libertad: vida, propiedad y trascendencia. Hasta que alguien se plante y, sin órdenes en la sombra ni titulares subsidiados, haga valer su derecho de resistencia a la opresión.

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